1624 Venezuela: CUATRO CRÍMENES,UNA MENTE DIABÓLICA Y … ¡CUÁNTOS ZAMUROS!

20060621 19:26:00 webmaster

Por: Javier Arrúe
Diputado a la Asamblea Nacional

Dicen del Fiscal General de la República, Isaías Rodríguez, que es un hombre prudente, equilibrado, sensible, humanista y poeta, valiente y oportuno, como lo demostró el 12 de abril 2002, cuando, con su temple y astucia llanera convocó a todos los medios –cámaras y micrófonos apretujados se daban codazos para registrar la histórica primicia-, y ya se regodeaban con el tubazo tempranero de una traición del Fiscal General al Presidente Chávez.

Pero, Isaías, con las mismas armas mediáticas que horas antes habían tumbado al gobierno constitucional, desbarató la celebración jactanciosa de aquella oposición chocarrera y golpista, borracha de poder y de venganza, al denunciar a los cuatro vientos que: “El Presidente no ha renunciado, esto es un golpe de estado”. Los sorprendidos zamuros mediáticos que, rodeando al Fiscal, bailaban en una pata chorreando odio y oportunismo, se vieron engañados por un hombre apacible y sencillo, pero que había llegado a conocerlos hasta en lo más profundo de sus entrañas.

En lenguaje popular, “les metió medio chuzo”, y eso no se lo perdonan ni perdonarán, y vuelven los medios fascistas, una y otra vez, a tirarle peñonazos para quebrarlo e infamias para hundirlo, pero Isaías trepa y se levanta sobre ellos, y se crece y los reta y los revuelca cuantas veces los enfrenta, porque tiene una ventaja sobre ellos: ¡La verdad!, la búsqueda inquebrantable de la verdad, aunque en ello le vaya la vida, cuantimás, cargos, honores y prebendas. Es la lucha eterna entre el bien y el mal, entre el humilde y el sabiondo, entre el desprendimiento y la prepotencia.

Sirva esta breve introducción como parte del merecido homenaje que le estamos haciendo al Fiscal General de la República, Isaías Rodríguez, y antesala de un descubrimiento vital y sorprendente que hemos develado, también, gracias a la inteligencia sutil de Isaías Rodríguez: Cuatro crímenes atroces, y una mente perversa; luego, los zamuros de la comunicación mediática se encargarían del festín esparciendo sus tripas y despojos.

No podemos olvidar que la obra maestra de la conspiración contra nuestro pueblo la culminaron el 11 de abril 2002, cuando, no sólo mataron seres inocentes de lado y lado de nuestras divergencias políticas, sino que, en un soberbio golpe mediático de estado, además de tumbarlo, le endilgaron al Presidente Chávez los crímenes de los francotiradores, y anotaron a la cuenta de los héroes de Puente Llaguno los masacrados por la Policía Metropolitana. ¿Por qué será que, los medios de comunicación privados, ven como normal la presencia aquel día de los cuatro vehículos blindados de la Policía Metropolitana, en el centro de Caracas, abriéndole paso a la manifestación multitudinaria de la oposición, desviada once kilómetros desde Chuao hasta Miraflores?

Sin olvidar la balacera y los asesinatos de Altamira o las bombas en las embajadas, otro éxito de esta mente perversa, que se escuda traicionera tras los medios de comunicación privada, fue el vil asesinato terrorista del Fiscal Danilo Anderson, y la posterior danza macabra con la que quieren enlodar a un valiente e incorruptible servidor público, para convertirlo en un corrupto chantajista, con mil millones de bolívares guardaditos en su casa, debajo de la cama. Si era un vendido, y ya lo tenían comprado, ¿por qué había que matarlo?

En estos meses, una vez más, el Fiscal Isaías Rodríguez les puso el dedo en la llaga, ante una nueva arremetida de sangre y terror de esta mente diabólica, porque no podemos permitir que pasen al olvido los asesinatos de Filippo Sindoni, de los hermanitos Fadoul y su chofer el Sr. Rivas, del fotógrafo Jorge Aguirre y del Padre Piñango; su martirio tiene que servir para evitar otros muchos, porque, así como no fueron espontáneos ni casuales los asesinatos del 11 de abril, ni la del Fiscal Danilo Anderson, tampoco son fortuitos estos horribles asesinatos que tienen, todos ellos, ¡qué casualidad!, unas coincidencias aterradoras.

La primera coincidencia, y aparente casualidad de estos cuatro crímenes, es la precisión de los segmentos sociales que cubrieron estos asesinatos: Con la muerte de Filippo Sindoni, además de los empresarios, toda la colonia italiana quedó herida y conmocionada, y, por rebote, la portuguesa, la española, y todas las colonias europeas que hacen vida en nuestra patria. Con los niños Fadoul, el golpe bajo se lo dieron a la inmensa colonia árabe, parte ya de la idiosincrasia de Venezuela. Además, fue un disparo certero a la estructura íntima de la familia venezolana en su punto más sensible, los niños, y se extendió por el mundo adolescente y estudiantil. Con el señor Rivas, honrado trabajador del mundo laboral, en un sector tan vital como lo son los profesionales del volante, auténtica savia de nuestra sociedad que se mueve sobre ruedas. Con el ajusticiamiento del fotógrafo Aguirre, fue herido el sector de los trabajadores de los medios de comunicación, que vieron rondar por sus cabezas la implacable mano de la muerte, al ensañarse con un paradigma de los reporteros gráficos, tantas veces ignorados por su pasión permanente de trabajar detrás de las cámaras.

Cuando esos hechos atroces parecían cubrir, prácticamente, a toda la población del país, fue asesinado el Padre Piñango, sacerdote católico, auténtico referente para el mundo de los cristianos y católicos, y punto neurálgico por su condición de secretario de la Conferencia Episcopal Venezolana: Otra víctima inocente, pero perfectamente planificada.

La segunda coincidencia “casual”, que no la es tal, se descubre gracias a la eficacia de nuestros cuerpos policiales y de seguridad del estado, cuando los asesinos son atrapados a los pocos días y se vieron obligados a justificar sus viles acciones. Al Sr. Sindoni lo mataron, porque “el viejito se alzó”. ¿Quién se cree que un grupo de maleantes expertos acaben con la vida del anciano Filippo porque se les alzó, y maten así a la gallina de los huevos de oro, que les permitiría negociar millardos de bolívares por su rescate? ¡Mentira!, lo mataron porque tenían la orden de ejecutarlo.

A los niños Fadoul y al Sr. Rivas, plagiados por una banda de más de veinte antisociales, los matan, porque los encargados de cuidarlos creyeron que habían sido engañados por el grupo negociador. ¿Otra vez la estupidez de matar a la gallina de los huevos de oro? ¡Mentira!, también tenían la orden de aniquilarlos.

En el caso de Jorge, el reportero gráfico, la excusa para matarlo tiene características más inverosímiles aún: El delincuente fue atrapado porque nunca pensó que aquel cuatriboleado fotógrafo tendría arrestos para lograr, medio muerto, la imagen de su vida: Una foto de su asesino en la huída, dando con ello la pista definitiva para su captura. Que lo mató porque le habían rozado la moto con la camioneta. En caso de que lo hubieran rozado, sería el chofer el responsable, y no Jorge. ¡Mentira!, lo mató porque tenía la orden de ajusticiarlo.

En el caso del asesinato del Padre Piñango vuelve a repetirse una causa del crimen absolutamente inaudita, como lo es la explicación del asesino que “regresó al hotel porque se le había olvidado robarle las tarjetas de crédito al sacerdote, y, como estaba despertando, tuvo que matarlo”. ¡Mentira!, lo mató porque tenía orden de matarlo.

Y, finalmente, otra coincidencia, imposible de ser casualidad, es la interpretación unísona y orquestada que le dieron a estos crímenes todos los medios de comunicación privados de Venezuela, al montar una verdadera bacanal, lanzando tarascadas en contra del Gobierno y del Presidente, incitando y exacerbando a toda la población en torno a la violencia desenfrenada, como el 11 de abril, hasta que, por un lado, la mamá de los niños Fadoul arrebató su tragedia de las garras de los zamuros mediáticos, y, por otra, cuando el Fiscal Isaías Rodríguez, al declarar de forma descarnada y dramática las circunstancias de la muerte del Padre Piñango, desmontó la alianza macabra entre los medios de comunicación privados y un obispo católico, ya desfenestrado y roído de envidia e impotencia, que quisieron montar su guiso mediático, para ocultar la mente perversa que está detrás de estos cuatro crímenes atroces.

¿Quién sigue en la lista en esta demencial espiral de crímenes selectivos? ¿Le tocará a un estudiante, a un militar, a un político de oposición, a quién? (No es casual el muerto que buscaban con el vandalismo de Mérida, sea estudiante o policía; no son casuales los atentados a diputados y secuestro a familiares de militares). Lo terriblemente dramático de este engañoso toma y dame de asesinatos programados -igualitos a los cometidos por los francotiradores del 11 de abril, de lado y lado-, es que se convierte en el escenario ideal, un auténtico caldo de cultivo montado mediáticamente, para justificar el magnicidio de nuestro Presidente, que será la espoleta más sanguinaria e impredecible en la historia de América.

Quieren presentar el asesinato del Presidente Chávez como uno más en esta demencial ruleta rusa; sería la salida lógica a la matriz de opinión que van construyendo los medios de comunicación, nacionales y, sobre todo, internacionales, que pintan al gobierno venezolano como dictatorial y desquiciado, donde nos presentan como un pueblo lleno de ignorantes manejados por un dictador que ha ganado nueve elecciones consecutivas, y que será preciso liberar, como al pueblo de Iraq, invadiendo Venezuela con tropas de élite, que nos traerán la paz a punta de bayonetas, y así poder meterle mano a nuestro petróleo: Único afán que mueve los tentáculos del Imperio.

Los que soñamos con una sociedad de paz para todos, construida sobre la justicia y la inclusión fraterna, todavía no estamos preparados para responder con racionalidad a esta provocación; si nos matan a Chávez, más de uno debiera temblar sólo con el pensamiento de un pueblo desbocado por las calles, movido por una indignación infinita que estallaría en todos los rincones del país.

 

 

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