11849 Migranti: i lebbrosi della barbarie capitalista

20151109 10:47:00 redazione-IT

[b]Migrantes: la barbarie leprosa (Migrantes: los leprosos de la barbarie capitalista)[/b]
[i]"La barbarie reaparece, pero esta vez es engendrada en el propio seno de la civilización y es parte integrante de ella. Es la barbarie leprosa, la barbarie como lepra de la civilización" (Carlos Marx – 1847)[/i]

Los movimientos migratorios son, desde la más remota antigüedad, consustanciales al proceso incesante de configuración de las sociedades humanas. En búsqueda de tierras fértiles, aguas, trabajo seguro y libre, resguardo de su identidad y creatividad cultural, pueblos, comunidades y familias poblaron Africa hace 150.000 años, ingresaron 70.000 años después a Europa y colonizaron luego Asia, y hace unos 20.000 años ingresaron a América, desplazándose por doquier.
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[i][*]Síntesis de la teleconferencia otorgada a la Cátedra Orlando Fals Borda de la Universidad de Caldas, Colombia en ocasión de las jornadas universitarias y populares que organizan sobre: "Geopolítica Global del Imperialismo"[/i]

Signados por los sucesivos conflictos históricos de clases, imperios y naciones, por guerras, invasiones, exodos forzados y exterminios masivos que, por obra de los intereses dominantes en cada época, fueron modificando el sentido tradicional de la migración como cambio de residencia e intercambio entre sociedades diversas pero iguales en su identidad esencial humana, por el de subordinación e inferiorización racial y social de los migrantes,los movimientos migratorios fueron y continúan siendo una constante de la humanidad, aunque cada vez más sometidos a crecientes formas de esclavitud, racismo y violencia.
Particularmente desde hace poco más de 5 siglos, los pueblos de Africa y América latina fueron sistemáticamente expoliados, empobrecidos y desplazados de sus territorios, despojados de su autonomía, su cultura y sus formas de vida por el poder despótico y racista del naciente orden capitalista mercantil y colonial , que en nombre de la “civilización” occidental y cristiana enfrentada a la “barbarie” indígena, negra y popular, dictaminó el lugar de Africa como proveedora de mano de obra esclava y de América latina como simple fuente de recursos naturales y servidumbre humana. El costo fue enorme para los pueblos originarios, arrancados de sus tierras, exterminados y sometidos a la más despiadada de las tratas, y para los millones de africanos cazados como fieras y traídos para servir de combustible biológico en minas y plantaciones. “Nos hemos enriquecido -escribió el sociólogo alemán Werner Sombart- porque pueblos y razas enteros han muerto por nosotros; por nosotros se han despoblado continentes enteros”.
El expansivo colonialismo europeo del siglo XVI al XX, con Gran Bretaña y Francia relevando la vieja dominación del tráfico esclavista hispano-portugués, y luego de la conferencia de Berlín de 1884 por el reparto colonial del mundo entre las principales potencias capitalistas,incluídos los EE.UU. ,no sólo produjo sucesivas hecatombes sociales y migratorias en Asia y Africa, Oceanía y América latina, sino que, corroído por guerras, crisis y hambrunas en sus propios territorios, convirtió a Europa en el principal proveedor demográfico del planeta durante siglo y medio, arrojando a ultramar -especialmente a tierras americanas- a millones de migrantes como residuos humanos que el sistema era incapaz de alimentar y sostener.
Ahora Europa, cómplice del imperialismo norteamericano, se enfrenta a la masiva e ininterrumpida “invasión de los nuevos bárbaros” que huyen de sus países martirizados ya no sólo por siglos del brutal colonialismo tradicional de las metrópolis, sino por los efectos aún más perversos del colonialismo global, que ha refinado sus formas de explotación y sometimiento, incluso utilizando las ciencias sociales a su servicio, tales como la antropología neocolonial del Pentágono, procurando, por una parte, asegurarse los nuevos esclavos que necesita como mano de obra -abierta o clandestina- para asegurar su expansión mundial, y por la otra condenando a la miseria, la despersonalización y el exterminio a inmensas masas humanas que pretende, aniquilando todo intento de solidaridad y resistencia de las víctimas, excluir como sobrantes, residuos bárbaros inservibles para la sociedad dominante.
Decía el historiador inglés Erich Hobsbawm en su artículo “Barbarie, una guía para el usuario”: “Mi argumento es que, después de 150 años de declinación secular, la barbarie ha ido incrementándose a lo largo del siglo veinte y que no hay signos de que haya un final para este incremento” (Página 12, 8/1/1995).
Por lo que hace a Nuestra América, los sucesivos procesos migratorios estuvieron marcados, desde la carimba infamante impuesta a los esclavos por el poder colonial , a las políticas discriminatorias y violentas impuestas por las oligarquías republicanas a los trabajadores y las masas populares inmigrantes, provenientes del campo a las ciudades, de los países europeos empobrecidos y de los países hermanos del continente. Los primeros, considerando a los habitantes originarios como “no hombres”, sino apenas homúnculos, “abortos de la naturaleza humana”, según fray Ortiz, pueblos “nacidos para servir, y no para mandar”, según Ginés de Sepúlveda. Y sus continuadores, a tono con el catecismo positivista y etnocéntrico instalado entonces por las élites dominantes latinoamericanas frente a las crecientes protestas y luchas sociales de los oprimidos, a las que en clave de odio socialdarwiniano racista y clasista consideran como una enfermedad, producto, como dice el profesor J.M.Ramos Mejía, de “inmigrantes de cerebro lento, como un buey”, ya que, como certifica Carlos O. Bunge”el palurdo no siente como nosotros”. Para estos leprosos sociales insumisos (los “cabecitas negras” o el “aluvión zoológico” o los “subversivos apátridas” en Argentina) habrá represión, torturas, deportaciones y muerte,manicomios para los rebeldes peligrosos, presidios que son como leprosarios sin salida…
Hoy, “el drama de los migrantes en México es peor que el de Europa”, dicen los integrantes del Movimiento Migrante Mesoamericano. Los migrantes que de toda Centroamérica, unos 19 millones por año, atraviesan México para llegar a Estados Unidos, son asesinados en el camino, secuestrados para trata sexual y laboral, y muchos de ellos desaparecen. “Si en México los migrantes flotaran como flotan en el mar Mediterráneo, tendríamos cadáveres por todo México flotando”, afirman. Y circunstancias parecidas se viven en otras regiones de nuestro continente.
En esta etapa histórica, las migraciones internas e internacionales crecen y seguirán creciendo en medio de la indefensión y la criminalización de las propias víctimas, no sólo perseguidas, maltratadas y explotadas como nueva mano de obra esclava, carentes de todo derecho, sino a la vez acusadas por autoridades y sectores políticos y empresariales, que procuran dividir y antagonizar entre sí a los trabajadores y los pueblos sembrando miedo al otro, al extranjero, al diferente, de convertirse en una “amenaza” para el trabajo de los nativos y la seguridad del Estado.
En nuestros días el globocolonialismo ha desatado una guerra contra la humanidad y la naturaleza, profundiza y amplía la pobreza, la injusticia y la expulsión de sus tierras y países de millones de personas, promueve el creciente extractivismo, saqueo y contaminación de los bienes naturales, organiza desde sus corporaciones la nueva esclavitud social y reaviva las economías de enclave, que no sirven a sus países sino al mercado mundial capitalista, destruye los ecosistemas y las formas de vida y de cultura de las comunidades indígenas, campesinas y populares,en tanto facilita la trágica tarea de las redes de traficantes y trata de personas que actúan con total impunidad. La barbarie leprosa del capitalismo pone en peligro la misma supervivencia humana. Como veía y preveía José Martí: “La esclavitud de los hombres es la gran pena del mundo”…
En su convocatoria al VII Foro Social de las Migraciones -a realizarse a mediados del año entrante- organizaciones de diversos continentes reunidas en Sao Paulo, Brasil en septiembre de 2015, plantean la perentoria necesidad de las organizaciones migrantes, sociales, originarias, campesinas, populares, de no permanecer indiferentes al crimen antihumano que infecta al mundo, e ir “construyendo alternativas frente al desorden y la crisis global del capital”.
Enfrentando a la masificación global de la barbarie asistimos también al surgimiento de viejos y nuevos movimientos sociales y populares solidarios, resistentes, rebeldes y creativos que buscando su unidad en la lucha contra este sistema depredador, reafirman la “necesidad de crear un mundo donde quepan muchos mundos, un mundo donde no exista explotación, discriminación, despojo y exclusión.”
La “historia triste y hermosa de América” de que nos hablara Martí, la historia misma de la humanidad sufriente y resistente vuelve a plantearnos con dramática urgencia la disyuntiva que ya hace 100 años nos legara Rosa Luxemburgo: “socialismo ó barbarie”.

Juan Rosales

 

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